29 nov 2008

CENTROS Y ENTIDADES ECUMÉNICAS ESPAÑOLAS



CARMELO ECUMÉNICO


Una pequeña semilla de unidad a través de la Oración


El Carmelo Ecuménico es una pequeña semilla de unidad de la familia del Carmelo Teresiano-Sanjuanista; es un nuevo camino de Ecumenismo y de Diálogo Interreligioso, a través de la Oración, con personas de otras Confesiones Cristianas, con creyentes de otras religiones y con otros buscadores sinceros de la Verdad que, con espíritu de diálogo y comunión con todos los seres humanos, buscan el sentido pleno de sus vidas, profundizando, tanto en la experiencia de un Dios Único que es Amor, como en la experiencia y práctica del amor a los hermanos.
El Carmelo Ecuménico forma parte de un conjunto de intuiciones de oración, cuya gestación se remonta a principios de 1.980, con nacimiento en La Cavada, Cantabria, España, en Junio de 1.996, hundiendo sus raíces de discernimiento en el Carmelo Descalzo de Loeches y desembocando después en el reconocimiento y aprobación oficial por parte de los Carmelitas Descalzos, en Diciembre de 1.996 y surgiendo en la Iglesia Luterana de Finlandia en Julio de 2.003.
El Carmelo Ecuménico está centrado en la llamada a una vida contemplativa nueva, al encuentro con otras Confesiones y Religiones que, como una aportación sencilla, modesta, pero imprescindible, presenta y ofrece a todos, como su savia más profunda, la experiencia de la Mística y la Contemplación en el Ecumenismo y el Diálogo Interreligioso, tratando de unir y de vivir esa experiencia mística profunda de contemplación y encuentro con otras creencias y religiones, sin otra frontera que el Amor universal de Dios, por considerar que los místicos de todas las religiones son los que mas se han acercado al Dios Único, que es Amor.
De ahí que nos apoyemos en la doctrina y experiencia de los grandes místicos: del Hinduismo, del Budismo, del Judaísmo, del Sufismo, que, con sus rasgos y características diversas -díferentes y originales-, se desbordan en plenitud de amor de Dios y en veneración sagrada ante su creación.
Y nos apoyamos también en nuestros grandes místicos Teresa de Jesús y Juan de la Cruz , como caminos de plenitud humana y espiritual y como mano tendida a todos los que, en el Único Dios anhelan la Unidad y la Paz.

El Carmelo Ecuménico, como vocación dentro de la Iglesia, tiene TRES DIMENSIONES fundamentales, e irrenunciables, que se tienen que integrar en armonía:
* Una dimensión FRATERNA/COMUNITARIA. Cuando somos llamados al Carmelo Ecuménico somos llamados con otros, convocados, para formar una fraternidad, una comunidad cristiana con una vocación específica. La Iglesia es una "Comunidad de comunidades", y el Carmelo Ecuménico es, dentro de la Iglesia , una comunidad, pequeña, naciente diría Jesús, como ese grano de mostaza que es aparentemente insignificante, apenas perceptible, pero que está llamado a crecer y a convertirse en un gran árbol. Así son todas las obras de Dios, porque así es el Reino. Nosotros, pues, somos una fraternidad, una comunidad. Y esta dimensión fraterna/comunitaria, que nos hace compartir la vida, que nos hace compartir vocación, ilusión, proyecto, misión, tareas, es fundamental.
* Otra dimensión esencial es la dimensión ORANTE. Somos "Carmelo". y como Carmelo, entramos a formar parte de una gran familia dentro de la Iglesia. Una familia antigua nacida de la búsqueda apasionada de Dios, en los lugares bíblicos de Israel, y que encuentra, en un momento determinado de su historia, un nuevo impulso contemplativo-orante-eclesial en Teresa de Jesús y en Juan de la Cruz , dos grandes maestros espirituales que marcan el Carmelo con un carisma renovado y con una fuerte llamada orante-contemplativa. Bajo su estela, otros autores y maestros van apareciendo en el Carmelo y aportando riqueza a esta gran tradición espiritual con la que hemos de sentimos cada vez más identificados.
* Y hay otra dimensión: la dimensión ECUMÉNICA, que es fundamental en el Carmelo Ecuménico. Esa sensibilidad eclesial, desde la experiencia de Dios, se abre a todos aquellos que, lo sepan o no, son llamados a convertirse en hijos de Dios. En primer lugar, a todos los hermanos de nuestra Iglesia, a todos los cristianos de otras confesiones, a todos los creyentes de otras religiones, y en última instancia a todos los hombres que Dios nos ha regalado como hermanos, y con los que, en definitiva, tiene un único proyecto que es formar la gran familia de sus hijos, familia fraterna, una gran humanidad nueva en Cristo Jesús.

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